4.11.2012

Cerebrina.

El hombre que está delante de mi saca lentamente un pequeño bisturí del bolso mientras sonríe, con cierto aire mecanizado y tedioso saca el capuchón de este y el brillo del filo me ciega momentáneamente. Acto seguido, lo coloca en la parte superior del esternón, donde se observan unas cuantas cicatrices, tanto recientes como antiguas, y se rasga hasta la boca del estómago. Con unas pinzas envueltas en plástico separa lentamente la piel y deja las costillas a la vista, se corta un trozo de corazón y lo coloca en una superficial cristalina al lado de su brazo. Lentamente coloca la piel en su sitio y se cose con un pequeño y fino hilo de alambre atravesado en una aguja de color grisáceo. Una vez terminada la engorrosa operación enrolla un trozo de corazón a un papel de color ámbar y le da varias caladas. Me lo ofrece con un leve gesto de muñeca. Le digo que no, que lo estoy dejando, pero me apetece, así que intento pasar del olor ácido que trasmite y espero a que me llegue el turno para mi dosis diaria.

Pasan minutos y la fila avanza cada vez más despacio. Tengo la impresión de que llevo horas aquí. El sudor recorre mi cuerpo y un frío espectral me nubla la vista. Pasa el tiempo. Busco un lugar donde apoyarme y mientras lo hago alguien me arrastra dentro de una sala blanca y vacía, me sienta en un taburete y una voz masculina y cavernosa me pregunta que deseo. Le digo que lo de siempre, un par de gramos de cerebro, nada grave ni demasiado caro. Me hace la típica pregunta de en cuanto está ya mi C.I., le miento y le digo que ronda los 186 puntos, al principio no se lo cree, pero no importa, soy capaz de hacer que cambie rápido de opinión. La gente que no consume es demasiado fácil de engañar. Prepara mi pequeña bolsa rosada y hacemos el intercambio. Un par de euros por un par de gramos, un trato justo.

Salgo a trompicones del edificio y consigo llegar hasta mi casa, coloco un poco de brain sobre la mesa marrón, preparo un cilindro con un trozo de piel sobrante y esnifo con fuerza. La cabeza se me inunda de pensamientos y recuerdos, creo que lo recuerdo todo, creo que tengo todas las respuestas. Intento mirar a cualquier sitio, pero es imposible, mi cabeza no para de hacer macabras asociaciones a todo lo que veo,pero intento mantenerme despierto. Mi cabeza viaja en todas las direcciones posibles, mi C.I. debe de ser de al menos 325 puntos. Tropiezo y me desplomo sobre el suelo, cada vez me cuesta más pensar y recordar, oigo una voz, me dice que esté tranquilo, que son los efectos del brain, sin embargo en la habitación no hay nadie. La voz pertenece indudablemente a mi cabeza pero es demasiado nítida como para que así sea. Los ojos se me cierran, cada vez pesan más y me cuesta respirar. La voz se apaga, mi corazón flaquea y mi amado cerebro ya no recibe más sangre. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario